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El cambio climático y su impacto sobre el empleo y la producción

El congreso internacional “El cambio climático y su impacto sobre el empleo y la producción”, organizado por AFB (Arbeiter-, Freizeit- und Bildungsverein) de Bolzano en colaboración con el centro europeo para los asuntos de los Trabajadores EZA (Europäische Zentrale für Arbeitnehmerfragen) de Königswinter en Alemania y con el apoyo de la Unión europea, analizó los efectos del cambio climático con respecto al empleo y a la producción en los días 26 y 27 de mayo de 2017 en Bressanone. En el congreso participaron más de 70 representantes de organizaciones de trabajadores, procedentes de Alto Adigio (Italia), de Alemania, República Checa, Serbia y Luxemburgo.

El concepto de cambio climático se refiere al deterioro de los espacios vitales, provocado por la acción del hombre. El empeoramiento del equilibrio biológico (evaluación del ciclo de vida – life cycle assessment – LCA) se produce sobre todo con el aumento de las emisiones de CO2, con un aumento general de las temperaturas y un conjunto de fenómenos naturales, extremos e imprevisibles. Si no se consigue reducir las emisiones nocivas y orientar la economía hacia modelos más sostenibles para el futuro en todo el mundo se prevé una amenaza seria de los espacios vitales.

La mezcla global de economía y consumo se considera el principal responsable de este desarrollo. Los conceptos económicos de mercado y la planificación económica hasta ahora no han considerado lo suficiente las consecuencias para el ecosistema. Tanto en los países industrializados como en aquellos en vías de desarrollo las fuentes de subsistencia, sobre todo de los grupos socialmente más débiles, se ven amenazadas también por los necesarios cambios estructurales. Desde la conferencia de París sobre el cambio climático se ha destacado la importancia del papel desempeñado por el hombre en el calentamiento global. Algunas investigaciones de la OCDE demuestran que seguramente la inactividad no es una opción económica y política válida.

La producción sostenible y el suministro de servicios: así se presenta el panorama perfecto para gestionar los cambios climáticos del futuro. Mientras tanto se intenta evitar los comportamientos perjudiciales y adaptar las actividades económicas. A pesar de varios enfoques interesantes para la realización de programas políticos en todo el mundo, la búsqueda de apoyo a menudo falla debido al egoísmo. El cambio climático activa cadenas que tienen un impacto en la agricultura, la silvicultura (economía florestal), el turismo, la producción de bienes y servicios y en las condiciones de vida (salud, vivienda, movilidad), conllevando consecuencias muy serias. Si no se reducen las emisiones nocivas, si no se reducen los comportamientos contaminantes y perjudiciales para la salud y si no se modifican nuestros sistemas económicos a largo plazo se amenazará el suministro de alimentos y bienes de otro tipo. Así el ecosistema podría deteriorarse.

En el marco de este cambio a largo plazo las actividades económicas experimentan sobre todo cambios estructurales. La ampliación de las intervenciones a favor de la energía procedente de fuentes renovables en Alemania es un ejemplo claro. El empleo en el sector desde 2004 hasta 2014 aumentó de 161.000 a 355.000, más del doble. Pero a los sectores con un desarrollo fuerte se oponen otros, en los que se registra una clara disminución del peso económico y del empleo. Por ello el efecto general del empleo es limitado y las personas involucradas en dicho cambio viven tiempos difíciles. Es necesario elaborar una perspectiva, sobre todo para aquellos afectados por el cambio energético, donde los sectores interesados se concentran a nivel regional. Sin embargo, como muestran los anuncios económicos y las cifras relativas a las contrataciones, la demanda de nuevos “empleos verdes”  (green jobs) será inferior a la necesidad de mayores competencias (greening).

Los sindicatos consideran que participar activamente en el cambio estructural es más prometedor que intentar ralentizarlo. Pero los cambios en la legislación del mercado del trabajo y las oportunidades limitadas de codecisión frente a importantes elecciones políticas obstaculizan la realización de conceptos de justicia social, adecuados a las exigencias actuales. ¿El futuro de la Unión Europea como comunidad de valores y como modelo concertado de estado social no se encontrará en peligro? Según el índice de justicia social de la fundación  Bertelsmann (social justice index) la evolución económica futura se tendría que evaluar no sólo sobre la base del PIB sino también considerando otros aspectos, por ejemplo el acceso al mercado del trabajo, la lucha  contra la pobreza, las oportunidades de formación, la salud y la justicia intergeneracional. Gracias a los estudios de Thomas Piketty se volvió a abrir el debate sobre la justicia redistributiva. Considerando las nuevas condiciones generales para la definición del empleo - desregulación, trabajo inteligente (smart working) – y de la producción  (industria 4.0), además del papel de los sindicatos, la distribución del valor añadido tiene un papel fundamental para las cuestiones de justicia social. 

El futuro del suministro de alimentos también deja prever importantes cambios.   Suponiendo un crecimiento constante de la población mundial, la demanda de alimentos hasta 2050 aumentará un 70 %, mientras que un tercio de los alimentos producidos se echará a perder. Ya ahora existen importantes diferencias regionales en el suministro y en la evolución técnica de la agricultura. Según los datos de la FAO (Food and Agriculture Organisation of the United Nations, la Organización para la alimentación y la agricultura) en  2050 el 38 % de la población mundial estará en sobrepeso y el 11 % estará desnutrida. Se puede prever que la formas de agricultura tradicionales sean progresivamente substituidas por explotaciones agrícolas modernas y por la agricultura industrial. Aumentará aún más el peso de la agricultura urbana, o sea la producción agrícola en las ciudades y en las zonas urbanizadas. Según los datos de la FAO de 2008 entre el 15 y el 20% de los alimentos se produce en zonas urbanas de cultivo, muy especializadas.  Los centros urbanos en 2030 representarán el 80 % del consumo.

Además las plantas de producción muy especializadas, por ejemplos los agroparques (invernaderos urbanos), el skyfarming (agricultura vertical en los rascacielos) e iniciativas civiles (urban gardening) aumentan su importancia. Las cadenas sostenibles de suministro de alimentos y de creación de plusvalía en el futuro necesitarán superar los efectos colaterales negativos de la agricultura industrializada: las plantas de producción sobredimensionadas  con una elevada concentración de animales y las plantas que usan grandes cantidades de agentes químicos son los responsables de la degradación de los ecosistemas.

Gracias a su posición geográfica, Europa está menos expuesta al cambio climático, cuyos efectos fueron analizados durante el congreso usando el área alpina como un ejemplo de un sistema económico y ecológico complejo y sensible.  Un aumento medio de la temperatura de unos 2 °C provoca cambios para la agricultura y el turismo. A nivel local, en algunos casos los efectos llegan a perjudicar las fuentes de subsistencia. Por un lado las temperaturas superiores permiten ampliar los cultivos en alturas más elevadas, pero por otro lado, los efectos secundarios del aumento de la temperatura provocan una serie de problemas. El drástico derretimiento de los glaciares (20 % de 2006 a 2013) y las precipitaciones inferiores que se prevén para el futuro necesitan un uso optimizado de las aguas, por ejemplo gracias a la ampliación de la irrigación por goteo. Los análisis del terreno son útiles sobre todo para adaptar los cultivos a las nuevas condiciones.

La colaboración entre las empresas turísticas y la agricultura son importantes también, y el hecho de promover auténticas experiencias de cultura y tradiciones locales juega un papel fundamental. La oferta podrá provocar cambios profundos en el comportamiento de los clientes sólo prestando atención a la evolución de las actividades recreativas y desarrollando estrategias específicas de comercialización.

Las oportunidades de las áreas regionales en los Alpes son múltiples: especializar la industria láctea y vacuna en explotaciones ganaderas adecuadas a la especie, unas producciones sostenibles y convenientes, desarrollar ulteriormente el turismo rural y la producción autóctona de variedades de vino y manzanas de calidad. Las nuevas soluciones para adaptar las cualificaciones profesionales son la profundización y la ampliación de las nociones de técnica agraria, la comercialización y la mentalidad empresarial. Los agricultores tendrán que ampliar sus conocimientos de técnica agraria y evaluar las oportunidades ofrecidas por las fuentes de rentabilidad diversificadas (por ejemplo cooperativas para el uso de la maquinaria agrícola, actividades artesanas, venta directa de los productos agrícolas). Aumenta la división del trabajo en las familias de campesinos: las mujeres, ya completamente integradas en la gestión de la empresa, aplican sus propias ideas empresariales, desde la venta directa de productos agrícolas hasta la quesería y la agricultura social (“green care” – ofertas de asistencia para niños, ancianos u otras actividades de asistencia social). Las empresas de frutas y cultivos de ciertas dimensiones en el caso de una gestión ecosostenible necesitarán un mayor número de ayudas temporeras, además de trabajadores con contratos indefinidos. El aumento del número de camas y la ampliación de la oferta turística están relacionados con la creación de nuevos puestos de trabajo, hasta ahora sobre todo en el sector del así llamado wellness. De hecho, en el futuro se apostará por el wellbeing y por las experiencias culturales. Los centros de investigación para el desarrollo de la agricultura, por ejemplo en materia de genómica, y del turismo ayudan las empresas a adaptarse al cambio. Gracias a la realización de planos energéticos importantes, la administración pública podrá sostener el cambio energético. Los incentivos para la rehabilitación de las viviendas pueden acelerar la dinámica de adaptación de edificios y empresas.

La construcción con casi el 40 % del consumo energético es un ejemplo concreto de una estrategia de adaptación eficaz. Unos sistemas de construcción sostenibles como el estándar de Bolzano CasaClima y la reducción del consumo de energía gracias al saneamiento del patrimonio histórico forman parte de las fases de adaptación con un potencial de ahorro energético muy alto. El pacto para la neutralidad climática, al que adhieren más de 120 empresas del área alpina, es un ejemplo de las compensaciones en función del nuevo nivel de política energética y climática. Según un concepto desarrollado por el profesor Radermacher, los miembros del pacto se comprometen en reducir paulatinamente los comportamientos contaminantes, para lograr una gestión sostenible. Además, se sostienen proyectos de protección climática en los países en vías de desarrollo de forma voluntaria, para facilitar su evolución ecosostenible. Gracias al apoyo voluntario de proyectos, los ricos de este mundo pueden dar una contribución importante a la protección climática. Para concluir se requieren intervenciones para consolidar la producción agrícola en los países en vías de desarollo, como por ejemplo instalaciones de riego, la rehabilitación de los suelos, la reforestación, instalaciones de biogás, proyectos para el uso de energía solar y la rescisión de acuerdos internacionales deleterios con los países en vías de desarrollo.