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Igualdad de oportunidades para las mujeres en el mercado laboral: el impacto de la pandemia del coronavirus y perspectivas

En el congreso internacional de la plataforma IPEO, organizado del 16 al 17 de septiembre de 2021 en Bressanone por la asociación Arbeiter, Freizeit- und Bildungsverein AFB en colaboración con EZA, el centro europeo para los asuntos de los trabajadores subordinados y con el apoyo de la Unión Europea, más de 60 participantes procedentes de Alto Adigio (Italia), Alemania, Austria, Bélgica, Lituania y Serbia afrontaron el tema de la “Igualdad de oportunidades para las mujeres en el mercado laboral: el impacto de la pandemia del coronavirus y perspectivas”. El congreso se celebró en modalidad híbrida, con 35 personas presentes y 26 que asistieron en línea.

La caída del empleo remunerado y la pérdida de ingresos debida a los cierres (confinamientos) como consecuencia del coronavirus se han mitigado en cierta medida en toda Europa, gracias a la reducción de la jornada laboral, la congelación de los despidos y las subvenciones públicas. Sin embargo, la pandemia ha confirmado que los obstáculos que aún siguen existiendo hacen que la conciliación de la vida laboral y familiar sea un dilema permanente. Esta fue la conclusión a la que llegaron los científicos y científicas junto con los expertos y expertas durante la conferencia internacional del IPEO en la Academia Cusanus de Bressanone (Italia). Los resultados de los múltiples proyectos de investigación se complementaron con las experiencias concretas de mujeres, siempre activas en el comercio minorista, en la gastronomía, en los cuidados y en la enfermería, así como en las empresas de limpieza.

Durante la pandemia, las mujeres se sacrificaron en turnos agotadores, en hospitales, residencias de ancianos y empresas comerciales al tiempo que, desde el lugar de trabajo o desde la oficina organizada en casa, tenían que gestionar la educación y el cuidado de sus hijos, su asistencia y las tareas domésticas. Para hacer frente a los conflictos que ahora se generan en la vida familiar dentro de sus propias casas, las mujeres tuvieron que superar sus límites, tanto físicos como psicológicos. Los efectos debidos a la búsqueda de un equilibrio entre la organización y la política social por un lado y la división de las tareas familiares concernientes a la educación, al cuidado y a la asistencia por otro lado, dan lugar a dos problemas. El tiempo que ellas dedican al trabajo remunerado se quita al trabajo familiar, mientras que la presión debida a las expectativas con respecto a su papel en la familia reducen sus capacidades en el mundo profesional, y viceversa.

Hay cuatro trampas estructurales muy conocidas, que existen desde hace tiempo y que penalizan y dificultan la vida de las mujeres: el mercado de trabajo y el sistema social se basan en un tipo de familia en la que el hombre es el que tiene el sostén económico de la familia mientras que la mujer se ocupa de las tareas domésticas y de la familia, aportando como mucho ingresos adicionales. El trabajo en la familia, el cuidado, la asistencia y la educación generan interrupciones en la carrera profesional y no tienen reconocimiento social alguno, ya que se trata de un trabajo no remunerado. Además, el impago de las cotizaciones durante dichas pausas tiene efectos negativos sobre el derecho a la pensión. Faltan opciones políticas audaces e innovadoras para las familias que permitan un reparto equitativo de las responsabilidades, convirtiéndolo en norma social.

Según las ponencias de la conferencia del IPEO de este año, desde el punto de vista de las mujeres la pandemia de coronavirus debería suponer un cambio importante en las decisiones políticas relacionadas con el mercado laboral y con las familias: por fin la sociedad tendrá que eliminar la discriminación que impide que las mujeres alcancen sus objetivos de la vida, tanto profesionales como familiares, sin estar sometidas a un estrés permanente. Con respecto al papel de los hombres, los participantes también coincidieron en que hay que animar a los padres para que se impliquen más en las tareas domésticas, la crianza y el cuidado de los niños, como hicieron muchos durante la pandemia. Dado que las negociaciones sobre el reparto equitativo de la responsabilidad familiar entre madres y padres se hacen de manera informal, es necesario llevar a cabo una labor de concienciación a gran escala para que se vean claramente los beneficios de un buen equilibrio entre la vida laboral y la vida privada.

Para consolidar estos modelos paritarios, también hay que establecer marcos legislativos adecuados. Por ejemplo, sería interesante tener un modelo igualitario en el tiempo de trabajo, con incentivos públicos para que los padres reduzcan su horario al 75 % durante un periodo determinado, mientras que las madres podrían aumentar sus horas a tiempo parcial hasta el 75 %. El subsidio parental debe ser suficiente para que el uso del permiso parental sea atractivo tanto para las mujeres como para los hombres. En vez de tener ofertas individuales, se requiere un programa integral de atención a la infancia desde el nacimiento hasta los 14 años, que considere los diferentes marcos regionales en relación con las necesidades de los padres de niños de diferentes grupos de edad. Otros requisitos como la asequibilidad, la flexibilidad temporal y la cobertura por las tardes y durante las vacaciones han llevado a reproponer el modelo de escuela a tiempo completo.

Tras haber sido elogiadas por su eficacia sistemática, las mujeres reclaman ahora, con razón, mejoras concretas en sus condiciones de trabajo o premios para las que trabajan en las profesiones sociales, sanitarias y educativas. También exigen intervenciones económicas para obtener una adecuada protección en materia de pensiones. Las personas que actualmente reciben un salario bajo o mínimo, cuando lleguen a la vejez dependerán de prestaciones sociales adicionales. Desde el punto de vista del "trabajo de calidad", la pandemia nos lleva a considerar con más atención factores de estrés físico y psicológico. Los trabajadores y las trabajadoras no son autómatas funcionales, sino que son seres humanos con un alma. La política del mercado laboral debe centrarse en apoyar a las mujeres para que puedan acceder al mercado laboral y tener un empleo remunerado y estable. El refuerzo de las capacidades digitales y la apertura a las llamadas profesiones STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) son prioritarios.

Además, la pandemia puso de manifiesto las consecuencias negativas de la desregulación en el mercado laboral. Se permitieron contratos con salarios mínimos y/o acceso limitado a la seguridad social. La precariedad de las relaciones laborales ha dado lugar a la existencia de una categoría de trabajadores pobres, es decir, aquellos que, a pesar de tener un empleo remunerado, no llegan a fin de mes. Todo el mundo sabe que hoy en día la lucha contra la pobreza es una preocupación central de la política social, ya que la brecha entre ricos y pobres es cada vez más grande. La educación es una de las claves para crear igualdad de oportunidades entre las clases sociales. Los niños de familias desfavorecidas son los que podrían tener más beneficios de la facilitación sistemática de la educación para un mejor desarrollo de sus capacidades.

En los diferentes países se ha invertido mucho para frenar las consecuencias de la pandemia, para ayudar a las empresas, a los trabajadores y a las trabajadoras y para limitar el aumento de la pobreza. Lo que se necesita ahora es dar un segundo paso, o sea proporcionar una garantía a través de apoyos sociales universales, para que las personas con contratos precarios, los desempleados, los desfavorecidos y los pobres puedan aprovechar realmente las oportunidades de integración y participación social. En la transición hacia una sociedad más ecológica y respetuosa con el medio ambiente, hay que evitar que los grupos vulnerables se vean entre la espada y la pared, pensando en los costes de vida, de energía y de vivienda y en una seguridad social adecuada y digna.